miércoles, 17 de junio de 2009

Desde el baño

Rondaría los cincuenta y siete años y los cuarenta y uno de fiebre. Sin embargo, se mantenía de pie y balbuceaba palabrotas mientras iba en busca de un añejo de 16. Se quejaba apenas, pero solo con el primero trago, ese que le hacía arder un poco la laringe. Luego se olvidaba del ahora refrescante dolor y volvía a sentarse al inodoro, tal como lo había hecho durante las últimas sesenta y siete horas. Abajo, en el patio, todavía temblaban las chapas por la tormenta que acababa de pasar. El viento seguía pronunciando su nombre mientras se alejaba y los sifones del pasillo ya no tintineaban de alegría al sentirse nuevamente afectados por algo. Cada tanto se incorporaba y miraba su rostro en el único pedazo de espejo sano que quedaba y creía estar muerto una vez más, pero el instrumento inigualable del afilador lo devolvían a la paciente espera de aquel baño sucio de Sarandí o Dominico, depende de quién contase la historia.
Se juntaba el tabaco de entre las uñas y con el papel higiénico armaba su ultima tuca de cigarro. Cada tanto alguien pasaba por la puerta y miraba por la mirilla, esperando encontrar al monstruo, hasta que una voz ronca bajaba corriendo por las escaleras, cruzaba el comedor y hacía temblar la cadena del cerrojo interno. Sin casi tocar las baldosas viejas y aún húmedas del barrio de Avellaneda, los pendejos volaban a la plaza y contaban a las niñas sus proezas a cambio de besitos y toqueteos.
La abuela nunca creyó en el cielo; pero sí creía en el diablo. Decía que lo había visto años atrás caminando por su sala, con una pipa de madera cuarteada y pantuflas de cuero sintético. El señor la miró y le cruzó la cara con una fusta, mientras la radio daba las seis y media y ya no había tiempo para pedir ayuda. Cayó redonda sobre la alfombra escarlata y la suela del diablo acusaba un cuarenta y cinco de cuero duro y reseco.
Esa fue su última aparición. Mamá nunca habla del diablo, dice que no puede hablar de alguien que no conoce. Yo sé que miente, en ocasiones lo hace, estoy seguro. El otro día la escuché diciendo a través de la reja que no éramos creyentes y sin embargo en la heladera está pegada la imagen de San Sebastián, el protector de las cosas sin sentido, pero que tantas veces nos dio lo que deseábamos. A veces, cuando la pava hierve mucho, mamá tiembla de horror y grita, y mi hermano mayor corre a apagar la hornalla antes que pase lo que pasó hace dos años. Entonces, mientras ella se calma y vuelve a planchar otro rato, yo me pongo a hacer la tarea, como todas las tardes, sobre la mesa verde que está en el quincho, allá donde duerme el perro que se lame las pelotas y yo lo miro desahuciado.

lunes, 25 de mayo de 2009

El cenicero

Caminaba dando groseros círculos a la mesa ratona del living, sin perder de vista el cenicero que tantas veces lo había hecho peregrinar por las noches. Esa noche lo miraba con más recelo que nunca, aunque en realidad, no sabía bien porqué. Sin embargo, pretendía tener una excusa firme, inexorable, aunque falaz, que lo hacía odiar cada vez más al pequeño recipiente de porcelana o masilla, para el caso, daba lo mismo. Cuando iba por la vuelta número trescientos veintidós se le ocurrió que el inmóvil y frío recipiente de cenizas se las traía contra su persona y que solo era cuestión de tiempo para que se eche sobre sus hombros y le clave una filosa daga de plata sobre su mugriento y verdoso cuello. Para la cuatrocientos doce, le preguntaba sobre sus macabras intenciones que, cuidadosamente, había ido dilucidando entre la vuelta número trescientos cincuenta y cuatro y la cuatrocientos once. Miraba el cenicero, bebía de su vaso rajado por los años y la imprudencia de los hielos del whisky y la televisión anunciaba una nueva muerte violenta. La vuelta quinientos lo encontró aturdido pero de pie, gritando sin estribos y caminando más rápido que nunca. En la quinientos veinte no aguanto más y retó a duelo al inmundo cenicero. Ante la insonoridad de la previsible respuesta salió despavorido hacia su cuarto y sin dejar de mirar por la puerta metió su mano en el cajón de la ropa íntima. Sacó su pistola y se dirigió tembloroso al living, donde lo esperaba ese vil pedazo de piedra alisada y trabajada y pintada y vendida en un todo por dos pesos de los años 90. Dio una nueva vuelta y su pulso fue tomando ánimo. El sudor corría ligero por las vetas grises del pullover y el cenicero ya no lucia tan amenazante. Podía sentir el miedo a un kilómetro de distancia. Existencias ínfimas, diminutas; inexplicables. Un primero tiro y el eco pareció gritar un nombre. El segundo fue un tanto más confuso. Los otros cinco fueron graciosos: el cenicero se revolcaba como nunca, brincaba por los aires como una langosta enamorada, sufría como una persona mientras su blanca sangre iba dejando los rastros de una noche violenta en el gran conurbano. Nuevamente la brutalidad se había apoderado del hombre quién al darse cuenta de su error, de su terrible e imperdonable error, reservó su última bala para sus cabellos azulados, previa nota de las causas del horror para la sedienta audiencia del noticiero de las nueve.

jueves, 12 de marzo de 2009

De ciegos, sordos y locos

Un barrio lleno de ciegos
Una localidad atestada de sordos
Una provincia de mudos
Un país lleno de ciegos, sordos y mudos
Un mundo lleno de ciegos, sordos, mudos y encima idiotas
¡Ojo! No todos
Algunos son re capos, re vivos, re malos, re cool
Ya estamos en el futuro, nuevamente, más rápidamente
El pasado, pisado, jamás pensado
¿Qué cara ponemos?
¿Qué cara pusimos entonces?
¿Cara de qué pondremos mañana?
Tal vez es más fácil no poner ninguna cara y seguir
La cara es linda cuando hacemos rostro
Y si hay caras feas mejor no mirarlas
¿Dulce o amargo?
Dulce, que pa` amarga esta la vida
Dicen los bohemios
Amargo, que pa` dulce está la vida
Dicen los sordos ciegos y mudos
¿Y los idiotas?
Tomarán gaseosa, supongo

Tal Veces

Tal vez me estaré quedando ciego, sordo o loco
Tal vez todas, tal vez ninguna
Tal vez me estoy poniendo viejo
Tal vez soy demasiado joven
Tal vez sueño despierto
Tal vez todavía me hago pis en la cama
Tal vez un día me quiera ir muy muy lejos
Tal vez me quede para toda la vida
Tal vez esto es un espejismo
Tal vez el desierto no exista
Tal vez la soledad no me sienta tan bien como creo
Tal vez un día te vuelva a conocer
Tal vez un día me enamore como loco
Tal vez ya sea demasiado tarde para recapacitar
Tal vez picó hace rato
Tal vez me de un infarto
Tal vez la cama no quede tan lejos
Tal vez un minuto no es gran cosa
Tal vez un segundo es todo
Tal vez me estaré poniendo bobo
Tal vez me gusten tus piernas
Tal vez se me seca la boca de pensar
Tal vez un día solo nos recordemos
Tal vez hoy te ame para siempre
Tal vez haya conocido lo más lindo que la vida me tenía preparado
A Flor

domingo, 26 de octubre de 2008

PosMo

“Subieron los bonos por una versión de cambios en el Indec”

-¡Ahhh mirá vos que interesante!

“Lula habló del MERCOSUR y de las relaciones bilaterales”

-Relaciones bilaterales…por qué no mandan un par de garotas para acá, ¿eh?

“Siguen los enfrentamientos en la franja de Gaza”

-¡Qué lo parió! ¿Hasta cuando con esto, viejo?

“Huracán deja centenares de muertos y miles de evacuados en Haití”


¡Ahí está! Todo el mundo preocupado con negocios, bonos, guerras santas, para que venga un bicho de estos y en segundos se lleve todo. Así de frágil es nuestra existencia. Todavía hoy, hay cosas que se nos escapan de las manos, que no podemos controlar, ni siquiera pensar en ello. ¿Cómo te quedó el ojo, Iluminismo? Claro, uno puede predecir algo así, pero la cuestión es cómo detenerlo. Salvo que existiese una entidad superior, una fuerza externa, que nos proteja ante semejantes desastres. Digamos un Dios. Pero un Dios diferente al que conocemos. El nuestro no puede parar un huracán o, por lo menos, si puede, no lo está haciendo. Necesitamos un nuevo Dios, a quién le podamos pedir cosas que el nuestro, el actual, no nos está dando, ni nos va a dar jamás, amenos que sea puesto en jaque su lugar de rey supremo e incuestionable. Las sociedades avanzan, se desarrollan, tienen nuevas necesidades; necesitan cosas nuevas, ideas nuevas, seguridades nuevas…necesitan “modernidad” señores, y Dios, históricamente, se ha ido adaptando a esas vicisitudes. Que se entere que estamos ante uno de esos momentos de ansiedad de cambio.

Díaz, a la edad de once, le preguntó a su madre: “Madre, ¿qué fue primero? ¿el huevo, la gallina o Dios?”. Ese día, la madre vio a su hijo de manera diferente: estaba creciendo sin entender bien de qué se trataba todo esto o bien entendía demasiado. Sin embargo le restó importancia: tenía clientes haciendo sonar el timbre de su tienda.

Un buen Dios debería tener Internet, una cuenta de e-mail, oficina, un número donde ubicarlo, donde hacerle llegar nuestras sugerencias para un pasar más ameno por la Tierra. Sin embargo el que tenemos se quedó en la Edad Media, no sabe nada del futuro, mucho menos del presente. Llegará el día que las viejas ya no le prendan más velas, mientras sus hijos combaten a muerte por el dominio de una cuadra. Debemos hacer algo, debemos despertar a nuestro Dios o cambiarlo por otro y ya. Pero, ¿cómo dar con El o, al menos, con un competidor? La magia negra podría ser muy útil, aunque me asustan sus rituales. La iglesia convencional definitivamente ha dejado de ser una opción. Mi tía Raquel puede saber algo.

A los veinte años Díaz abandonó a su segunda novia: ella quería mantener relaciones pre-maritales. A los seis meses pensó que una nueva religión vendría bien al mundo, con ángeles más creíbles, vírgenes reales, demonios estereotipados y dioses cabales. Les dibujaba sus atuendos y diagramaba sus costumbres. Construyó templos en miniatura y compuso canciones de agradecimiento. Averiguó por departamentos en alquiler para la burocracia divina; hasta les abrió una cuenta de correo electrónico: santoremedio@hotmail.com. Díaz estaba excitado: él sería el “médium”.

Primero veo cómo me comunico con el cielo ¿Llamo por teléfono o voy personalmente? En seguida me darán turno…saben quién soy ¿Traje o elegante sport? ¿Raya al medio o al costado? Un poco de colonia. Aliento a mentas y una seca de porro para calmar la ansiedad. Ya son las tres; mejor me pido un taxi.

“La violencia no cesa en el oriente boliviano”

-...

“Matanza de monjes budistas en Myanmar”

-...

“Accidente fatal: taxi con rumbo a Luján choca de frente con ómnibus de larga distancia”

lunes, 23 de junio de 2008

Muero contento...hemos batido al enemigo

Seis treinta a.eme lo encuentra a Díaz, hoy lunes, como todos los días: parado frente la ventanita diminuta que hay en la cocina, diminuta también, de su departamento en William Morris. Aunque lo ha hecho ciento de veces, duda que su cabeza pase por el huequito ese, sin embargo se anima y saca su calva al frío, luego la nariz, y con eso estamos bien. Mira a un lado y otro, de izquierda a derecha por lo general, respira profundo mientras se rasca su glúteo izquierdo y la pava hierve.

En los escasos dos metros que separan la cocina del living-dormitorio-comedor-sala de estudio, Díaz se prende el segundo pucho del día, vuelve a mirar la hora y piensa que le quedan veintinueve minutos para perder el tren, toma un sorbo largo de un café con leche aguado que apesta a edulcorante. Se sienta en el sillón de dos cuerpos y apunta con energía su control remoto al viejo aparato. Hace meses que Díaz cree que la tele y el control libran una batalla a muerte y que por más que uno trate de forzarlos a entablar nuevamente comunicación, resisten. Putea a “Philco” repetidas veces y va por su pequeña caja de herramientas. Cinta scotch. Cinta scotch. Destornillador. Destornillador. Sopletito de aire. Sopletito de aire. Doctor, ¿cree que se va a salvar? ¿No serán las pilas? No, las pilas son nuevas. Señales de vida nuevamente. La operación fue un éxito. Díaz sonríe y se siente un poco menos inútil.

Desde el inodoro, mientras lava sus dientes, asoma la cabeza por la puerta del baño y mira la tele con el frágil control en su mano izquierda, que vuelve a mirarlo, y piensa soy un capo, pero que capo soy, mientras en su cara se va dibujando una leve sonrisita que anuncia que fue el último de la mañana. Por la noche volverá al baño, quizás no al mismo, a despedir a otro amigo del interior, como le gusta decir a él.

Seis cero siete a.eme y déme ida y vuelta a Plaza, que viene con retraso. A paso lento y cortito se va arrimando al puesto de diario del tipo que le molesta que lean los diarios si no los compran. El tipo no tiene nombre, es tan solo “el tipo de los diarios”, más malo que chancho ciego. Tercer cigarro, que lo lanza desde el estribo del tren en una maniobra peligrosa y mientras voltea la cara los pastos le pegan en la nuca. Por fin ya divisa las luces de la estación y antes de que se detenga la formación, Díaz ya repiquetea por el andén. El celular le anuncia que ha perdido el presentismo y que su jefe le va a poner cara de culo. La plata perdida le genera una breve puteada. El jefe le chupa un huevo. El trabajo también.

Sube por escaleras los dos pisos y toca el B con dos timbrazos cortos, mientras con cara de nada se sienta en su box. Me mira y con un simple gesto me dice que no quiere trabajar más en este lugar de mierda, que nos tratan como esclavos, bah, que somos esclavos, negreros de mierda, por lo que nos pagan, si no me echan es porque no me quieren pagar la indemnización, ratas, son ratas y Servinet, buenos días, soy Gustavo, ¿en qué le soy útil?

Díaz era un gran vendedor, sin embargo, el call center ya había tenido su boom, y ahora caía en picada libre. En su mochila traía su almuerzo: pastel de papa, agua de su casa levemente saborizada con limón natural. Dos pesos de caramelos azules y naranjas. Eran sus colores favoritos desde tercer grado, cuando compramos las camisetas del equipo: naranja, verde y una línea bien delgada de blanco. En el `92 salimos campeón del torneo barrial y Díaz besaba su camiseta con demencial fervor. Jamás había visto a alguien besarse la camiseta así.

Un sábado de verano, cuando los primeros pelos en el cuerpo se hacían más notorios, trajo al grupo de amigos un libro. Su madre lo había comprado en La Paz, Bolivia. Parece ser que existe un “Mercado de las brujas”, donde el esoterismo y la magia negra y blanca, sobreviven, en una cultura diezmada a través de los siglos, gracias al turismo no convencional que inauguró el Che Guevara. Cientos de conjuros prometían darnos lo que ni dios nos podría dar en esta vida. Millones, mujeres, autos, casas, amores eternos, limpieza de personas indeseables, nacimientos, buena fortuna, eterna mala suerte, en fin, el futuro del mundo estaba en nuestras manos.

Yo había elegido seguir aquel que aseguraba amor eterno. Para hacer efectivo el hechizo había que enterrar bajo una higuera, en la tercera luna menguante, un calzoncillo con semen y un papel con requerimientos específicos. Yo puse: quiero que Lorena, mi preceptora, sea mi novia para siempre. Lorena se casó con un creativo publicitario, yo me saqué un dos en matemáticas y mi vieja me cagó a pedos una semana entera.

Díaz, Ramiro, Díaz había solicitado los servicios de la innombrable celadora de los sueños eternos. El había guardado un rencor inalienable contra “el tipo de los diarios” desde ese domingo que Gitano le meó las revistas recién descargadas, ni siquiera desempaquetadas, y el muy mal parido le pegó una patada tal en el culo que lo hizo derrapar por lo menos tres metros. Díaz lo puteó y le dijo que ya iba a venir su padre, a ver si se animaba a pegarle a él una patada. El padre nunca fue y la deuda quedó impaga. Quiero que el tipo de los diarios se muera: por pegarle a Gitano, y por mala persona y por esa vez que me pateó la pelota al otro lado del andén y porque saca a la gente que se acerca a ver las tapas de los diarios y porque es más malo que chancho ciego. Como era de esperar, el tipo de los diarios siguió abriendo el puesto a las cinco treinta a.eme, siguió diciendo Si no compran no se puede leer eeehhh, y estiraba la hache, o la e, no sé bien, pero que bronca que me daba.

El libro quedó guardado no sé dónde, y tampoco me interesa demasiado, si no vendo inmediatamente un paquete de internet, cable y teléfono, a prueba por dos meses, luego, si le gusta, son trescientos veintidós euros con cincuenta céntimos, no vivo el mes que viene. Díaz me vuelve a mirar, me hace seña de que es hora de un cigarro, le hago señas de que tengo que vender algo sino este mes me quedo corto y el se agarra los testículos en ademanes de sobala. Díaz, por favor, llega tarde, se levanta de su puesto, hace gestos obscenos ¿qué le está pasando? Acá Díaz, no es Ramiro, es Díaz y a mí se me pegó y le digo Díaz. Entonces con un gesto le digo Díaz sos un pelotudo atómico te caga a pedos el salame éste y me responde traga bala. Acordamos tomar una cerveza una vez terminada la jornada laboral.

-Una Quilmes –apuró Díaz

-Papas fritas –retrucó Gustavo

-El envido está primero –dice Díaz y se seca los bigotes

-No quiero –y encaramos para la estación

Para ir al trabajo me resulta más cómodo tomar el colectivo que pasa por la esquina de casa. Para volver mejor el tren, menos gente, más rápido. Bajamos en la estación William Morris y lo vimos al odioso tipo de los diarios, acomodando nuevamente las revistas, mientras tarareaba un tema de Pocho “La pantera”, o de Cacho Castaña, no sé, no llegué a escuchar bien, de todos modos da igual, todo lo que el tipo hiciese lo aborrecía de tal manera que, cada vez que lo veía, se me endurecía el estómago y trataba de hacer algo, pero sin que pareciese a propósito, como para tener un motivo y volver a mandarlo, como tantas veces, a la puta madre que lo re mil parió. Sin embargo Díaz lo odiaba peor que yo, peor que nadie. El tipo de los diarios era su enemigo público número uno. Una vez le escribió a las dos y cuarto de la mañana, en el puesto azul, con aerosol plateado, “…El diarero se la come, el guarda se la da…” y abajo bien grande, “…Manisero…”. A las seis pasó Díaz, miró como si fuese una novedad y se rió por lo bajo, pero lo suficientemente cerca del tipo como para que lo escuche. El tipo le lanzó una monumental e incompresible puteada y levantó el puño como reforzando lo que decía. Díaz lo apuntó con su dedo índice mientras una visceral carcajada hacía despertar, por fin, al “negro”, el perro sordo de la estación, lleno de garrapatas y principio de sarna. Desde ese día la reconciliación había pasado al plano de la ciencia ficción y en silencio, cada uno por su lado, aseguró a los antepasados, sobrevivir al otro cueste lo que cueste, sea como sea.

Bajamos del tren, Díaz primero, una señora y luego yo. La señora era un tanto mayor y tenía problemas para flexionar las rodillas de tal modo que bajar sea un tanto más rápido que el apareamiento de una babosa. Sin embargo, desde el estribo del tren pude ver que el tipo de los diarios le decía algo a Díaz y que éste se acercaba y le respondía, con más vehemencia y el tipo que le acerca la cara y Díaz que se acerca más, casi al punto de tocar sus narices y el tipo revolea las manotas y Díaz se las baja y el tipo hace gestos de a mí no me toca nadie y lo empuja a Díaz quien cae de espaldas por las escaleras. Le grito pedazo de mierda y bajo corriendo a ver a Díaz que yacía tirado en la vereda formando una figura muy graciosa con su cuerpo magullado. Estaba inconsciente y la sangre le brotaba por boca, nariz y oídos, mientras que algunos espasmos nerviosos sacudían su cuerpo ante los ojos expectantes de los gorriones del parque. Llamé a emergencias y me dijeron que tardarían cinco minutos que fueron siete. Una señora lloriqueaba y las hojas se amontonaban en alrededor del cuerpo, ahora inerte, de Díaz. Sin dejar de mirarlo, subí las escaleras y el tipo de los diarios estaba parado, imperturbable, sobre el lado izquierdo del puestito. El olor a chorizo quemado cruzaba las vías y penetraba en la nariz. Pensé en comer algo y en que Díaz me había regalado un autito a fricción de su colección cuando teníamos siete. El tipo miraba para ambos lados y silbaba la misma canción de todos los días, creo que es de Cacho, y me cruza la vista y me echa una sonrisa de lado. Bajé con total celeridad, casi ceremoniosamente, al andén lleno de latas, colillas de cigarro y papeles. Miré fijamente al tipo quién ahora observa inquieto y con los brazos a los costados listo para saltar en cuanto la situación lo requiriese. Con un solo movimiento ininterrumpido agarré una piedra de las vías, apunté al bulto que formaban tipo, puesto de diarios y teléfono semipúblico y descargué el proyectil con incomprensible culpa. El tipo intentó salir corriendo hacia la izquierda con tanta mala suerte que lo único que hizo es ir al encuentro de la piedra que le revienta los lentes en mil pedazos, mientras cae al piso y la sangre no aparece por ningún lado. El golpe fue preciso y la muerte lo recogió en ese mismo instante. Su muerte no fue tan dolorosa como hubiese querido Díaz, que murió ese mismo día, pero dos minutos después que el tipo de los diarios.

martes, 17 de junio de 2008

Charlando a Piglia

“…Primera tesis: un cuento siempre cuenta dos historias…El cuento clásico narra en primer plano la historia 1 y construye en secreto la historia 2…”

Un cuento puede asemejarse a la vida misma en varios aspectos. Hay una historia, que es el resultado de años de construcciones/reconstrucciones de hechos, situaciones, charlas, vivencias, sentimientos, experiencias, etc., etc. Todos estos momentos, con los años, van formando a la persona en todos sus aspectos. Ese cúmulo de vivencias sería la historia completa, que solo el poseedor conoce por completo (sobre esto tengo mis dudas, pero por ahora lo dejamos acá). La historia del sujeto es una construcción/reconstrucción de la realidad mediatizada por el mundo y todo lo que ello implica.

“…Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra…El cuento es un relato que encierra un relato secreto…”

Una persona, al relacionarse con otras, elije qué partes de su historia contar, dependiendo del ámbito y las personas que operen en él. Así, en la familia hay cosas, historias, vivencias, anécdotas, pensamientos, etc. que mueren en otros círculos, por ejemplo, las amistades. Un amigo nos conoce de una manera que, por lo general, no es la misma que la manera que nos conoce la familia. Mamá puede decir: mi hijo es un pan de dios, y el hijo, con los amigos, molestan al paralítico de la esquina, roban caramelos en los kioscos y pinchan las ruedas de los autos. Sin embargo, en la familia el nene es obediente, tranquilo, respetuoso y amable. Por tal motivo, cuando familia y amigos se conjugan en un mismo lugar, se produce en la persona una contradicción. El sujeto no puede equilibrar las tensiones que demandan cada una de sus antagónicas maneras de comportarse y entra en crisis de personalidades. No sabe como comportarse.

En determinados ambientes las personas seleccionan que parte de su historia comparten. Sin embargo, jamás es la total. Sin embargo, se pueden hacer inferencias, más del tipo subjetivas, y aclarar ciertos comportamientos que parecen no tener demasiada coherencia con lo que se dice. Pienso en una relación de pareja, en los primeros encuentros. Las personas rara vez se muestran tal cual son. Es una estrategia lógica. Pero no es la verdad, entendiendo como verdad a la historia completa. Entonces entramos en qué es la verdad, dado que la verdad es la historia completa, y ésta no es más que la construcción/reconstrucción de la realidad mediatizada por un mundo que es propio y ajeno a la vez. La verdad entonces no es más que una parte de la verdad entre tantas otras verdades. Historias 1 y 2 se mezclan todo el tiempo, toda la vida, siempre hay algo más que está oculto y que solo nos podemos aproximar mediante conjeturas poco fidedignas, puesto que esas conjeturas y demás inferencias son también parte de una construcción/reconstrucción a medias y mediada.

“…lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión…”

La historia oculta en las distintas relaciones, sin embargo, no puede ser sostenida por largo tiempo y de manera completa. Quizás la historia 2, para usar la terminología de Piglia, jamás sea descubierta por completo. Sin embargo la pared que las divide tiene fisuras que permiten la mixtura de ambas historias, gracias a las cuales la historia 2 se va colando en la historia 1. En ese momento la historia 1 ya no es más la historia 1, sino que es la 1 más una parte de la 2, que da como resultado la historia 1 y ½. Que es el cuento, que es la vida y sus historiales de relaciones, nunca completas, nunca acabadas, pero que permiten ir construyendo algo así como una enciclopedia de la vida que jamás será la única, verdadera e inmodificable.

lunes, 16 de junio de 2008

Hagamos el amor

Juego.
Fuego. Locura y pasión. Pasión y locura.
Corazón que late. Con amor. Con dolor a veces. Dolor fusión con amor. Amor por siempre.
Tarde de calor, tarde de sol. Tarde de amor con mi amor. Calor.
Calor en el furgón, también color, también olor, también amor.
Ya voy mi amor. Ya llego mi amor.
Paro. Bebo por tres pesos bajo el sol. Calor, color, fervor.
Estoy yendo amor.
Ultimo sorbo: calor + alcohol= color. Rojo. Corazón. Sangre con alcohol. Pasión. Amor. Pintó el descontrol.
Tres cuadras, mi amor. Ya te veo, mi amor. Ya te huelo, mi amor. Ya te siento, mi amor. ¿Qué siento? Pasión. Amor. Fervor. Y una canción. Canción del corazón. Canción con fervor, amor y pasión, pasión y locura, alcohol y locura y más canción, más calor, más color, más amor.
Hola, mi amor. Que lindo color. Que lindo olor. Que linda canción. Es para tí, con todo mi amor. Sentí el corazón tocá el corazón besá el corazón. Sube el calor, el color, la pasión, el amor.
Salgamos al sol. Asalta el calor. Prima un color. Color, calor, amor, en fin, la pasión.
Canción. Canción. Redoble y canción.
Pasión amor calor color calor amor pasión. Fuego. Fuego.
Vamos mi amor. La puta que lo parió. ¿Qué pasó? La concha de la lora. Gol. Puta madre. Gol. Me la corto. Gol.
Otra canción, con más dolor, con más amor. Cantá cagón. Pegá cagón. Corré cagón.
¿De dónde viene el olor? Pasalo. Pasala, morfon.
Gritá. Cantá. Cantalo que es gol. Gol. Gol. Gol de mi amor. Grito. Gol. Abrazo. Gol. Canción. Gol. Saltá puto. Gol. Amor. Gol. Pasión. Gol. Locura. Ultima canción. Me voy. Hasta luego, mi amor. Me encantó, mi amor. Lo oíste en la canción sos lo mejor.
Gracias mi amor por tanta pasión.

sábado, 14 de junio de 2008

Creer/Reventar

Presintiendo la verdad

La mente abrumada ebulle

Los desencantos de la historia

Renacen por la mañana

La ponzoñosa soledad

tiene razones sencillas

Hola, qué tal

Chau, hasta luego

Una nueva oportunidad

está en las puertas del infierno

jueves, 12 de junio de 2008

No tan distintos

Ya no es posible pensarte. Ya no te recuerdo, aunque te siento, por acá. Nada se te parece, pero todo me recuerda a ti, tan bonita, tan pequeña, pies pequeños, gente pequeña, casas pequeñas, memoria pequeña. Yo soy inmenso. Claro, soy un gringo, por lo alto, por la ropa, por la tonada, por lo raro, lo feo y somos todos iguales y somos todos gringos, quien más quien menos. Una cultura que se mezcla, que no se entiende a sí misma, que se parece a la mía, que es la tuya, pero tampoco es tan tuya. En un choque automovilístico, alguien tendrá mayor o menor culpa, mayor o menor incidencia, mayores o menores daños, pero ninguno sale ileso. A uno le pagará el seguro del otro. Para ése el choque pasa a ser una anécdota. El otro que se joda. Veamos quien tiene la culpa. Quién está en falta. Lo cortamos en pedacitos. Indio de mierda. Gringo asnu, pero que linda camisa, que linda mujer, que hermosos ojos y el brillante y tus dólares. Lleve, anímese, es artesanal. Reproductores de cáncer. Cada día un nuevo caso. Vende, compra, compra-venta, basta de trueque, en nombre del progreso, indio bruto, andáte, cerró el ingenio, a casa. Es manual, todo artesanal. Lleve, de regalo. Gracias, prefiero un plato de comida. Lomito con queso, jamón, tomate, panceta y aderezos. Papas grandes. Una coca. Son siete, posta. Uno, dos, tres, cuatro, cinco…son cinco…ah seis y siete, si, son siete. Sacáme una foto. ¿Ahí salgo? Dale mecha. ¿Quién te corre? Me chupa un huevo todo. Muero contento, hemos vencido al enemigo. ¿Hemos vencido al enemigo? ¿Hemos vencido? ¿Hemos? ¿De qué lado estás, chabon? De acá, de éste. Pero ese ya es este y este es ese y ese y ese. Yo soy esto pero quiero ser eso. En parte lo soy, no somos tan distintos, solo para lo que nos conviene. Ahora somos iguales. Ahora no. Vamos a ver cosas nuevas. Me aburro. Vamos yendo. La misma mierda.

Yo, tú, el, nosotros, vosotros, ellos y Díaz

Díaz es bastante pelotudo. Buen tipo, pero terriblemente pelotudo. Los amigos lo usan, la mujer lo engaña con el hermano, sus hijos no le dan ni cinco, los vecinos se le ríen en la cara, en el trabajo es el forro y para sus padres siempre fue el fracasado, el mediocre, el pelotudo. A pesar de todo, se sigue levantando a la mañana, seis treinta puntual. Su mujer hace ocho años que no le prepara el desayuno. Toma el bondi a dos cuadras de su casa, el 98, en Mitre y San Vicente hasta Av. de Mayo y Av. Callao. Sale un peso cuarenta. Él saca uno veinte. A veces, no es tan pelotudo. Si puede se sienta y si sube una embarazada brinda su asiento de buena gana. Ni bien baja pide, en un puesto al paso, dos churros rellenos y un cortado. Prende un pucho, camina cuadra y media en dirección norte y saluda al portero del edificio. Prefiere las escaleras. Nueve pisos por ascensor le pueden dar un paro, o un derrame o, como mínimo, vomitar los churros con dulce. Ya le pasó.

Che, Díaz, preparáte unos matienzos, dale que te salen de re chupete a vos…Yo?, yo estoy hasta acá de laburo, vos vivís al pedo, dale dale, q ya son y cuarto…Este Díaz, es vago eh, hay que tenerlo así para que haga algo…Ay dios, Argentina. Todos quieren laburo de oficina, de nueve a seis, tranqui, después a casita y listo, contentos, ahora que no te manden a agarrar un fratacho eh, ojo, ahí sí que no. Laburar sí, pero poco. Que manga de vagos. Argentina.

Díaz tiene cuarenta y dos años. Hablando mal y pronto, un pendejo. O mejor, un pendeviejo. Zapatos canela, pantalón de vestir, pero no de fiesta, un intermedio digamos. Camisas multimarca y si hace frío blazer o chaleco de bremer. Todos creen que jamás se cambia la ropa, pero en realidad tiene toda su ropa igual. Es como los Simpson, tiene un ropero con toda ropa igual. Su color preferido es el azul. Su número de la suerte, aunque en realidad tiene muy poca, es el 6. Los duraznos le crispan los nervios; el pelo del durazno, para se más preciso, hacen que le baje la presión.

Díaz, andá a ver a Mónica y traéme el memo a la oficina.
Gracias Díaz, sos un tigre. ¿Me podés ir a comprar un “Felipe” de diez? ¿Qué haríamos sin vos? Díaz, Díaz.

Díaz, aunque no todos los días, deja la oficina a las 18.30 hs. Enciende su segundo cigarro del día, y camina por Avenida de Mayo. Siempre llamaron su atención las ventanas que hay a lo largo de esa avenida. Cabe aclarar que es un amante, aunque no posee un gran bagaje intelectual, de la arquitectura. Si de antemano sabe que Rosario no estará en casa, Díaz demora una hora su regreso y se queda sentando en la Plaza de Mayo observando los edificios que la rodean. Sin embargo no es todo lo que mira u observa. No se pierde un culo, es un fanático de las colas. Gordas, flacas, levantadas, caídas, anchas, chiquitas, como peras, como manzanas, como nada, come trapo, de viejas, de pendejas, de algún pendejo, aunque asegura que es por error, aunque admite que las nenas de ahora viene más desarrolladas y que una de doce parece de veinte y que le da. Le da a la nenita y, si quiere, a la madre también.

Adiós…mamita, mamita, lo que te haría, si supieses, ja, si supieses lo que te haría. Hola mami, ¿querés que te haga la perejita?, je je, y se la hago, se la hago, y la colita también, si, sabes que lindo, así, así, así…dale dale…ahah. Me hago cargo de la familia, de los pibes, la suegra, la casa, todo, largo todo y a la mierda. A ver, a ver, a vos también mi chiquita, vení, vení, acá, acá, ay si, si, si. Que caliente estoy. ¿Y si me voy a un piringundin? Má si, me voy, que mierda. La plata la llevo yo, pero ¿cuándo la disfruto? Todos piden, todos piden, Díaz que para los nenes, Díaz que las cuentas, Díaz la peluquería, y una ropita, no pienses que voy a salir así a la calle, mis amigas tienen todo lo que quieren, los maridos se rompen el lomo trabajando para tenerlas como reinas, y vos a mí que me das, nada. Papá, para el recreo. Papá, mis amigas tienen todas celular, yo también quiero uno, y un tatuaje, y un piercing, y ay papá, no seas ratón querés, para que trabajas ahí si te pagan poco, renunciá, o no podés porque estas viejo y nunca estudiaste en la facultad y sos un inútil y no te quieren en ningún lado. Pero viejo, yo me pregunto, y a mí cuándo me tocará. Bueno, señores, hoy me toca. Corrientes 173…1736, 38, 40…puta, cuál era. Eh hola, si, qué tal, eh, este, eh, ¿conoce usted donde es “El pisito de Susy y sus amigas”? Ah, 1746, 10 F, ah ok, gracias, gracias, si, si, yo presento esta tarjetita, gracias.

“El pisito” es uno de los tantos departamentos, privados, puteríos, piringundines, como le gusta llamarlos a Díaz, que hay en el microcentro. La mayoría de ellos se nuclean en los alrededores de Avenida Corrientes y Callao. Díaz sube los diez pisos por escaleras, toca el F y mira por la mirilla a ver quién viene. Díaz besuquea a la gorda telefonista de voz súper sensual por teléfono, capaz de inaugurar una verdadera danza de ratones mentales. Pero la imaginación cede paso a la realidad y Díaz repasa con la vista, nuevamente, el vestíbulo del departamento. Lo ha visto cientos de veces, pero como un ciego. Es solo una estrategia mental que utiliza para descomprimir un poco la presión y los nervios, pero a su vez es tan fuerte que el movimiento del cuello y sus pensamientos son casi mecánicos, que no logran equilibrar las tensiones. Si le dan la opción, elije a una de las chicas y pasan al cuarto.

Tenemos quince minutos bebé, así que ponéte cómodo, que te la voy a chupar un poquito. ¿Tenés forrito? Bueno cuesta tres pesos, divino. Acostáte. Al fin, a ver esa boquita, ah, pero que lindo esto. Esto es vida. Si. Si, putita. ¿Te gusta? ¿Me querés cojer ahora, papi? Si, si. Me pongo así, te gusta así, no es cierto. Me encanta, me encanta. Dale que acabo, dale que acabo. Gracias. Gracias. Bueno, nos vemos, me querés dejar tu número, y cualquier cosa arreglo directamente con vos. Bueno, entonces paso y pido por vos. Gracias. Gracias. Ahora si, ah que lindo, ahora tranqui, casita, cervecita. Si se enteráse la flaca, madre santa, bueno, como si ella no me hubiese cagado nunca, se piensa que soy boludo, que no me doy cuenta, pero yo sé, yo sé todo, así que, que se vaya a la mierda esa otra también.

Con Rosario se conocieron en lo de un amigo en común. El tenía 23, ella 21. A ella le gustaba su forma de ser. Un tierno, que siempre cedía a sus caprichos, eso le gustaba: mandar, y que le obedezcan. Ella estudiaba medicina, él soñaba con ser cantante de ópera, pero nunca fue un agraciado para la música. La pareja tenía sus altibajos, pero decidieron casarse un viernes, por civil, y el sábado por iglesia. Se mudaron, después de dos meses, a un departamento de dos ambientes en Villa Dominico. El matrimonio es algo complicado de llevar adelante, y mucho más en estos tiempos que corren. Gordito, Osito, Papuchi, Amorcito, con el tiempo fueron mutando hasta convertirse en “el pelotudo”. Díaz no sabe que Rosario tiene un romance bastante fogoso con su hermano, a quién admira y ama con profundo amor. Jamás ha dudado de él, aunque sí de Rosario que, últimamente, no hace mucho para ocultar el engaño. Hace una parafernalia sin sentido, que más bien está dirigida a blanquear que a ocultar. Díaz le importa poco, realmente poco, casi hasta el odio, no lo puede ver. Con Gonzalo se ríen bajo las sábanas y dedican sus polvos al pelotudo.

Díaz:
en el freezer hay salchichas. Estoy de Carli, el hijo esta enfermito y el marido de viaje por trabajo. No la puedo dejar sola, así que me quedo a dormir allá. Dale algo a Gitano, hay huesos en una bolsa. Dejále plata a los chicos para el cole.

Un día de estos…un día de estos va a ver…se repetía Díaz dos o tres veces por día. Palabras vacías de contenido. Las palabras si no son acompañadas por la acción no valen nada. Simple gramática. Y con eso, qué hacemos Díaz. Así te va. Así estamos.

…se casó Wanda Nara con Maxi López… (que buenas tetas, que buen ojete) …sigue el paro agrario…(hasta cuándo con esto, viejo) … Independiente se suma a la lucha por el campeonato… (vamos rojo carajo)… matan a empresario en la puerta de su casa de Pilar… (cuanta inseguridad, así no se puede vivir más) …el kilo de papa a cinco pesos... (hay mi Dios, Argentina) …llame ya… (ahora llamo, si, si, esa cortadora de pasto tiene que ser mía)… el consumo creció un tres por ciento en el primer semestre… (¿de dónde sacan la guita?)

Hola, mandáme una grande de muzza. Ah, mi mujer te debe, ok, cuánto… ¿CUÁNTO? (pero, qué carajo hace con la plata, me gustaría saber) si, si, te pago ahora todo. Ah mandáme una latita de cerveza. Fría, sino la mando de vuelta. Pasaje Frías 179, D de dedo. A ver aguantáme un minuto. Malena, Facundo, ustedes, ¿comieron algo?, o pido pizza para ustedes también. ¿Qué? No querida hoy no salís, no me interesa. Ahora vamos a hablar. No, solo eso, dale, pago con cien.

Malena tiene dieciséis. Facundo trece. A Malena le gusta el Soul. A Facundo la cumbia. Malena quiere ser veterinaria. Facundo ginecólogo. Male tiene novio. Facu no encuentra cómo. Male tuvo su primera vez a los catorce, con otro novio. Facu se masturba desde los diez. Male le dice a Facu pajero. Facu le dice a Male gorda fofa. Male y Facu le dicen a Díaz pelotudo.

Malena te dije que hoy no salís. ¿Mamá te dio permiso? Entonces no salís. ¿Con quién? No querida, todavía sos chica. A mí no me grites. Ojo con lo que decís, malcriada. Andá a tu cuarto. Malena. Malena. Me cago en la gran puta, pendeja de mierda vení para acá, ni se te ocurra salir porque donde te encuentro te hago pasar el papelón de tu vida. Oíme lo que te digo. Miráme cuando te hablo. Malena. Malena. Cuando le diga a tu madre vamos a ver. Y a vos qué carajo te causa tanta gracia. A ver, decíme, eh, eh. Una semana sin play. Y andá diciéndole a Martín que ni venga a buscarte. Van a aprender conmigo. Ya van a ver. Qué se creen estos borregos, a ver si a mi viejo le hablaba así yo. Todo culpa de la madre, le hacen lo que quieren, hay que tenerlos así, cortitos, sino… sino...hay Dios…Lo tratan mejor al tío que a mí, claro, el les da unos pesos y se los tiene comprados, pero gracias a mí viven eh. Pendejos de mierda, no valoran nada, todo el esfuerzo que uno hace.

Gonzalo es cinco años dos meses siete días menor que Díaz. Cirujano, bien parecido, los martes juega paddle, los domingos fútbol, sale los vienes y sábados, cada quince días se va de putas a Black. Tiene auto importado, lujoso loft en Núñez, mucama, un gato siamés, tatuaje en la cintura y varias cuentas por el mundo. Una casa en el tigre, donde ostenta su fortuna en opulentas fiestas de la alta sociedad, los “nuevos ricos”, nenes y nenas que se encontraron con la riqueza a temprana edad, salen los martes por los bares yuppies de retiro, toman merca de la buena y bailan al ritmo de las anfetaminas y el éxtasis. Hace dos años, con adolescente frenesí, hacen el amor con Rosario en el mismo sillón donde se sienta Díaz, cada vez que pasa a visitarlo, para ver con los ojos de un niño lo que jamás podrá tener. El resto lo hacen en el sommiere, a veces en el jacuzzi, en verano en la pileta, en la hamaca, en el balcón, en la terraza. Tienen catorce videos amateur. Los videos los suben a You Tube. Díaz no sabe usar la PC. En la intimidad lo llaman “el pelotudo”. Ella se pega un baño. Él sirve más champagne. Ellos van por el tercero. Esperan un hijo.

Qué decís Gonza, te enteraste lo de Mirta, hay que pasar a verla, está viejita, cuánto más va a vivir, ya sé que estás con mucho trabajo, pero un ratito, cinco minutos, sabés que se pone contenta. Bueno le mando saludos. ¿El televisor es nuevo? Ah, venía con el home-theater, che que bueno, a ver cuando vemos una peli, como cuando éramos chicos, que linda época, otros tiempos, otra cosa, había códigos, hoy está todo para la mierda, no hay valores, no se puede confiar en nadie. Ay Argentina mía, a dónde estamos yendo. Tus cosas, bien, me supongo. Nuevo tutú eh, ¿qué tul?, está bueno. Rojo! No ya comí algo en casa. ¿Viste el partido? Que culo, estuvimos cerca eh. No, no fui, tenía ganas, pero estoy con unas deuditas que mejor las pago primero. Un poco a mi suegro, otro poco al Quique, al almacén, sí, sacan todo a cuenta, después va papi y paga, tengo la máquina de hacer billetes yo, viste, que lindo sería eh, eh, jaja. Bueno me voy antes que me cierre el almacén que tengo una hora de bondi.

A la vuelta de su casa, pasando el puesto de diarios y al perro que le ladra un día si y un día no, está la despensa de Manuel. El nueve por ciento de sus ingresos mensuales proviene del bolsillo de Díaz. Adeuda, desde hace un mes y medio trescientos veintiún pesos con sesenta centavos. Manuel lo cagaría a trompadas si por él fuese. Ese pelotudo. Pobre, dejálo, Manolo, ya tiene bastante el pobre con su mujer y sus hijos. Algún día ese tipo sale en los diarios. Acordáte, acordáte lo que te digo. Es un Barreda en potencia. Falta que le digan conchita. Je je. Un pobre tipo. La vida es mitad voluntad y predisposición y huevo y perseverancia y acomodarse y buscar y seguir y mitad suerte. Díaz llegó tarde a la repartija de “suertes”. Se quedó sin una. Le completaron el combo con sal.

¿Qué va a llevar, Díaz? No, no tengo viejo. Sí, primavera nomás. Che a ver cuando me pagás el resto. Con lo que me diste todavía quedan cien, sumá lo de hoy y me debes…te espero hasta fin de mes, después se acaba el fiado. Y viejo, yo no vivo de pagarés, yo también como salchichón, tomo mi cervecita, quiero autito y vacaciones a fin de año. Bueno, yo sí me voy, a Córdoba. ¿Qué es culpa mía? Decíle a tu presidente, yo no lo voté eh. Que país. Que país. Son veintidós. Si, si, yo anoto, yo anoto. Ya tengo cuatro tomos de tus fiados. Si, si. Y bueno. Y, si, que le vamos a hacer Díaz. Bueno a fin de mes acordáte de mí. Si no…Cerráme la puertita, ahí está, chau, chau.

Díaz nació un viernes. Era diciembre, pero hacía 6 grados. Afuera del hospital Eva Perón llovía sin parar desde hacía dos días. Rosa miraba a Díaz y no le gustaba. Morado, peludo, llorón. Tenélo un rato papi, que yo estoy cansada ya. Sonreía con vergüenza cuándo le decían ¡que lindo bebé!, se parece a mamá, tiene la naricita de papá, porque sabía que el nene era feito. Sin embargo, se acostumbró a la belleza exótica de Díaz, pero guardó un rencor que fue descargando con cuenta gotas sobre el niño, que era tontito, medio nabo, que se convirtió en adolescente, bastante pajero, imbancable, luego en un joven, vago, que no quiere estudiar, y llegó a hombre, un fracaso, mediocre, un completo “pelotudo”. En cambio, Gonzalito desparramaba facha, carisma. Desde chico trajo a sus noviecitas a casa, sus amigos lo admiraban, las viejas del barrio lo adoraban, mamá y papá estamos muy orgullosos de vos, que te hayas recibido con honores. Ya sos un hombre, hecho y derecho. Sos un orgullo de hijo, un verdadero orgullo, enaltecés el buen nombre de ésta familia. Gracias hijo. Sabés que siempre tendrás nuestro apoyo, quizás no económico, pero moral. Desde el sentimiento. Desde el corazón. Estamos con vos, Gonzalito, que ya es un hombre, pero que para sus padres será siempre Gonzalito. En cambio Díaz es, fue y será, la oveja negra, ese atorrante de mierda, un tipo sin ambiciones, que a los dieciséis en vez de trabajar o estudiar, tocaba la guitarra en la boca del subte línea A, que a los dieciocho se metió con un grupo de teatro independiente, en vez de pensar seriamente qué hacer de su vida, que a los veintiuno puso un centro cultural con amigos, que le fue mal, perdió plata, en vez de encontrar un laburo para poder irse de su casa, formar su familia. La pobre Rosario, no sé cómo lo aguanta, una chica tan buena, inteligente, andar con éste que es un bueno para nada. Te digo más, viejo, si lo engaña, yo la entiendo, qué querés que te diga, con ese pelotudo no va a llegar a nada, es un vago, trabaja diez horas para nada, cuánto hace que ni una semana a San Clemente se van, pobre chica, que mala suerte cruzarse con ese inútil. Atendé viejo que debe ser él, yo no estoy, eh, que me hago mala sangre.

Hola viejito, ¿cómo andas? No, Rosario salió a lo de una amiga, tiene el nene enfermo, y viste como es ella. Claro que sigue viviendo acá, no, no, cómo nos vamos a separar. Estamos bárbaro, mejor que nunca, con los chicos que son la luz de ésta casa, pensando dónde vamos a ir de vacaciones este año. No, no cambié de trabajo, está jodido, pero ahorramos un poquito más y vamos a poder disfrutar de unas lindas vacaciones en familia. Bueno papá, hoy estás negativo, a ver para cuándo unas flores para mí, una voz de aliento. Che, y la vieja, por dónde anda. Ah, salió, y a dónde, si ella a las tres se mete adentro y ya no sale más. Ah, bueno, que pena, porque la quería saludar, nunca la encuentro. No será que no quiere hablar con migo ¿no? Bueno, me quedo más tranquilo. Si, estuve de Gonzalo y me mostró el auto. Nosotros pensábamos en comprar algo, pero más económico, que nos lleva y nos traiga, total, para qué más lo querés. Bueno, bueno, seguí con tus cosas, te dejo un beso viejo, saludos a madre, los amo.

Pobre tipo, pobrecito, es tan pelotudo que ya me da lástima. Un autito se quiere comprar, de vacaciones se quiere ir, ni una cámara de fotos tiene, y piensa en vacaciones. Ay diosito, qué hicimos mal, qué hicimos para merecer esto. Nunca, jamás, una alegría, un motivo para sentir orgullo, ni un trofeo de manualidades trajo, nada, solo disgustos. Así estamos por éstos vagos. Si todos fuesen como Gonzalito, otra sería la Argentina.

La Argentina, a Díaz, le dio la espalda en casi todo. Incluso todo lo que añoró en un momento y lo obtuvo, fue fruto del cinismo de la vida que se empecinó con este pobre tipo desde el día que nació. Pareciera ser que nada en este mundo fue hecho para él, sino más bien, todo lo contrario. Un tipo que no se adapta al sistema puede ser dos cosas, un revolucionario romántico o un parásito social. De todas formas la gente juzgará qué título le cabe, una vez muerto el tipo. Por ahora Díaz sigue siendo Díaz, “el pelotudo”.

miércoles, 4 de junio de 2008

"Torneo de dardos" (02.17 hs)

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
sr

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
ancalbapac!

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
te paso el texto

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
jajajaa

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
a verga

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
es confidencial!

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
top secret, ni una palabra , fin del comunicado

Se ha examinado el archivo Isla de los trabajadores.doc y se ha determinado que no contiene virus.

Has recibido satisfactoriamente C:\Documents and Settings\USER\Mis documentos\Mis archivos recibidos\Isla de los trabajadores.doc de Nicolás (inventor de problemas utiles).

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
cambio correcto perfecto

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
(mi tío cuando estuvo internado en un manicomio conoció un tipo que hablaba todo el tiempo como si hablara por walkie-talkie, y se la pasaba diciendo cambio correcto perfecto, y después iba cambiándole el orden, perfecto correcto cambio, correcto cambio perfecto, etc)

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
jajajajaa

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
que locura

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
este es uno, medio lisergico mío, en un viajecito

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
ta bueno el tuyo jajaa

Se completó la transferencia de "La vida, las mismas calles.doc".

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
que significa medio lisergico? un cuartito rebajado con sprite?

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
una mitad, a medias con juanita dientes verdes

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
está bueno

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
tiene un hilo más conductor que lo que escribí yo

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
es sobre un viaje, no durante

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
ahí está la cosa

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
jajaja

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
sisi, este también es sobre un viaje....no sé lo que hubiera sido durante

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
jajaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
bah, durante agarraba la hoja y no podía.... como que agarrar la hoja frenaba el bombardeo de ideas

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
un grabador es bueno en esos momentos

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
a un amigo limpio al que uno cague a trompadas obligandolo a escribir

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
como decía Casero que influenció a Miles Davis, diciendole: "negro, toca la trompeta, toca la trompeta"

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
"put on lor up"

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
y como decía Ladislao de Raj Amos: "no hay de qué so no mas de papa"

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
me quiero comprar un autito a friccion y llevarlo a todos lados

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
yo llevo a todos lados a mi Giajoe bolchevique

Nicolás (inventor de problemas utiles) te está invitando a iniciar Rock, Paper, Scissors. ¿Deseas Aceptar (Alt+W) o Rechazar (Alt+X) la invitación?

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
esto se decide mediante un piedra papel o tijeras

Has aceptado la invitación para iniciar Rock, Paper, Scissors.

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
toda la fe

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
me cago en nosferatu

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
lo sabía...

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
nostradamus querrás decir, el hijo de corbatta, el ultimo wing

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
claro,

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
gran dardista además

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
el segundo dardista mas grande detras de Gramsci

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
el domingo escuché por radio una competencia de dardos

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
increíble, te pone los pelos de punta

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
...vuela vuela el dardo, impactó, impactó en el centro del aroooo...

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
se acerca Jan Steffwankjaspertton, campeón de las ultimas tres ediciones, en la ultima hemos visto como mató a su esposa durante la competencia, qué nos tendré este año?

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
seguramente algo sin precedentes, pero con antecedentes, querido Dimitri, pues veamos ahora al Taiwanes Ho HA Ho LA, quien se prepara a dardear desde los cien metros

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
ohhh Stephen, recordemos HO HA Ho LA ha dado positivo de psilocibina en el ultimo control antidopaje, la federación lo suspendió durante dos días, y aquí lo tenemos, otra vez al ruedo

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
entrevista con HO HA Ho LA: -cree que la sanción fue injusta? teniendo en cuenta que a otros competidores como el norteamericano nacionalizado haitiano Francois William Gomez Mc Williamson lo han suspendido por 12 minutos?

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
...creo que sí Daikiri, porque si bien yo en el mambo salí a correr a uno de los jurados y le asesté un dardaso en su gluteo derecho, Fransuá, corrió durante 4 minutos a una monjita con su miembro al aire, al grito de : hacé la gran Houdini y cazá este dardo con la boca...

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
pasaba el audio de HO HA Ho LA, escuchemos el sonido del lanzamiento.... ohhh Stephen ese dardo suena como si estuvieran lanzando una jabalina

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
(esto se convirtio en un super match lisergico, hay que conseguir la voz de Ronnie Arias)

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
recién lo llamé a Ronnie, pregunta si le podríamos pagar viáticos y los medicamentos para su goldfish, está jodido, tiene glucemia

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
es todo para él viste...¿qué hacemos?

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
decile que por la mitad de medicamentos lo tenemos a Alejandro Apo, que se vaya a la concha de su madre

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
no me cae bien el pelado libidinoso ese, pero el pecesito....me parte el alma, es un Godfish original, tiene el paladar negro. y todo...

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
falta exactamente el doble, te lo leo personalmente o te doy el libro

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
o la seguimos en otra entrega

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
creo q ya tengo el anular sin respuesta

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
las tres ultimas líneas no eran para vos, son confidenciales, que no salgan de esta sala, la vida de mi coker está en peligro

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
ok, cerramos con Apo y metemos el pececito de Ronnie en el veterinario de la ballena Bélen, la de mundo marino

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
ok

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
sigue Boby goma en mundo marino?

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
tu coker estara sano y salvo mientras como champignones

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
cuando yo deje de comer champignones tu coker morirá

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
ya lo sé, es la teoría de los sistemas, de Watzalawick

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
sigue existiendo mundo marino? creo que cumplió su ciclo.... no tendría que existir más... incluso tendrían que cambiarle el nombre a San Clemente...

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
San Mulotatona es mas Chic, tienen más onda, llama más la atención

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
si

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
o sino sin ninguna santidad

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
"Clemencia". Sigue teniendo algo que ver con lo religioso, pero menos explicito

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
"aguas perturbadoras"

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
hay un proyecto de ley, parece que quieren ser ciudad autónoma, porque dicen tener las mejores playas, pero que en verano se llena de barre fondos

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
principado

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
que país!

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
creo que Pamela trama algo...

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
qué decís que trama?

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
no sé, hay q descubrirlo

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
hace como si todo bien

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
es rara esta chica

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
jajaja

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
hace como si todo bien en que sentido?

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
hecé!

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
perdón

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
es que speedy me cobra por acentos que uso

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
por eso raciono

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
me voy a ir a torrar me parece

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
va, voy a ver si avanzo con el expreso nova del mono Burroughs

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
(gran arquero!)

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
seeee, le enseño el escorpión a Iguita

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
y los tres piques al flaco Saccone

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
yo tb, me como un durazno en almibar, y me tiro a torrar

Nicolás (inventor de problemas utiles) dice:
adio

Hola que tal. Chau hasta luego dice:
si chau, creo que nos vigilan, cerremos todo de inmediato. Masentoff!!

Se va la penultima

…¿Qué si alguna vez lo ví?...Je, je…Anduve con él durante años. Es más, conozco su morada. He visto a sus hijos (tiene muchos) y también sus escuelas. Conozco sus lugares predilectos. Visité sus böites, o como le dicen ustedes: boliches. Sé de todos sus secretos y de sus pasiones; o mejor dicho pasatiempos. Pude ver en lo mas íntimo de su ser; hurgué en sus pensamientos. Sé de sus ideas. No sé mucho acerca de su corazón; tal vez, ni siquiera tenga uno. Sé que posee, sí, un músculo de ritmo lúgubre y de andar cansino, casi penoso te diría. Cuando camina con furia me recuerda a un sonido que jamás escuché: un viejo y podrido cajón cargado de truenos… Ah!, y huele a orgía.

Pasamos noches enteras escupiendo a la Luna en su cara mas bella; esa que solo se aprecia del otro lado del Universo. Oh!, cálidas veladas nos quedamos mirando los techos de cien alcobas distintas, en cien camas distintas, estudiando los rostros de cien mujeres distintas. Al amanecer huíamos del inmenso, odioso y tan temido farol; nos escondíamos en las bolsas de consorcio.

Solíamos hundir nuestras patéticas cabezas en bañaderas llenas de espesa salsa de dulce caramelo. Nos cargábamos así de nueva vida, entre bocanadas espaciadas, pero certeras. En perfectos espejos veíamos las muecas que los músculos en la cara dibujaban; primero bien de lejos y, poco a poco, bien lentamente, casi disfrutando, nos aproximábamos a la realidad. Apreciábamos entonces el color verdoso que traíamos: podredumbre.

Podría decirse que no caminamos, corrimos juntos, noches enteras, casi sin descanso. Noches de guapos sin facón, de bandoleros sin pistola, de niños sin chupete. Pero hubo una en particular que marco definitivamente nuestros destinos. Esa noche ambos comprendimos que la separación era inminente. No podíamos seguir frecuentándonos. El aire circulaba a paso lento en mi inmundo cuerpo. La sangre, por el contrario, buscaba como loca orificio pertinente por donde escapar. Una bandada de ángeles me acomodó muy despacito sobre la tierra húmeda de Agosto. Jamás…Jamás nos volvimos a hablar.

Yo a él lo sigo viendo, a veces, pero siempre de lejos. Lo más lejos posible. Él me sigue los pasos de cerca, bien de cerca. No lo veo, pero lo huelo; lo siento respirar en mis espaldas; conozco el ritmo del músculo que en él ocupa el lugar del corazón. Siempre esta por ahí, esperando el convite a una última noche. O la primera, ¿quién sabe?...Es que él también conoce mi morada, a mis hijos, sus colegios y sus bares; mis lugares favoritos; mis secretos, mis pasiones. Ha conseguido penetrar, tal como yo lo hice con él, en lo más hondo de mis pensamientos, en mis ideas; pero nunca, nunca en mi corazón.

La bestia

La primera palabra que aprendí a decir fue “perro”. ¿Qué otra cosa iba a decir?, si nací y crecí rodeado de perros, veinte para ser preciso, todos ellos callejeros. También compartíamos la casa con cinco gatos, cuatro hamsters, una tortuga albina, y quién sabe cuantos pájaros. Ocurre que mi hermana es veterinaria, y por ese entonces, realizaba sus prácticas en la casa. Además siempre tuvo una gran debilidad por los bichos; diría que los ama más que a nosotros. Les fabrica sus ropitas, les cocina sus comidas favoritas y hasta les festeja los cumpleaños. Por suerte nuestra casa era grande y el parque ocupaba una porción importante de la manzana en la que vivíamos. Pero eran demasiados los animales y no se los podía controlar a todos.

Cada día recibíamos nuevas quejas de la vecindad: “…que el perro no para de ladrar…”, o “…que el gato me arruina la membrana…”, y cuando no “…que el loro putea a mi suegra…”, etc., etc., etc. El odio era generalizado, y se prolongaba por entre las manzanas circundantes gracias a los rumores de la chusma.

Cierto día mi hermana Brunilda nos presentó al nuevo integrante de la familia. Se llamaba Pasteur (sí, es una fanática), y era una pequeña lagartija que vivía solo para comer cuanta cosa se le cruzara en el camino, sin hacer discriminaciones de ningún tipo. Todo para él era un alimento en potencia. Uno a uno se fue comiendo a los pájaros; luego a Dora, la tortuga; a unos cuantos perros y a los gatos, aunque estos le costaron un poco mas; los hamsters morían del infarto cuando se acercaba a la pecera (fueron los únicos que no perecieron en las fauces del insaciable animal); se comió el dedo de papá y hasta el juego de cubiertos de plata de mamá.

Al poco tiempo, el pequeño reptil pegó el estirón, y la simpática lagartija era ahora un cocodrilo australiano de siete metros, y casi una tonelada de peso. En poco menos de cuatro meses el grupo familiar había quedado reducido a mamá, papá sin piernas y un solo brazo, Brunilda y dos perros. Y no solo el grupo familiar había mermado, también el barrio tuvo sus víctimas, a saber: el lechero, el cartero, don Anselmo, dos basureros y doña Tita. La mala fama que teníamos en la ciudad, se justificaba ahora por haber descubierto todo el mundo la presencia de un cocodrilo en nuestra casa.

Lo que quedaba de familia tuvo que suspender cualquier incursión en el parque ¡Era muy riesgoso!, pues ya era parte de sus dominios. Al poco tiempo, en un descuido, Pasteur había tomado el porchito, y en otro el jardín de invierno. Nos turnábamos en las noches la vigilancia, casi no dormíamos para controlar al cocodrilo, pero éste era demasiado astuto, y grande, y feroz.

Así fue que con el tiempo, poco a poco, el inmenso reptil fue ganando terreno en la casa; y se devoró la cocina; a los días el baño y los cuartos. Decidimos tomar lo poco que nos quedaba y mudarnos a la casa del árbol; era muy precaria, pero segura al menos. Desde allí pudimos ver como el animal se comía las casas vecinas, a los niños, a los autos. Hasta el pavimento se comió.

Pero el colmo fue cuando se engulló la iglesia, eso fue demasiado. Era intolerable que ni siquiera tuviese respeto por el Creador, por “su” creador. En ese momento, la familia en conjunto, luego de un gran debate, decidió actuar; se optó por la solución más salvaje, bestial y cruenta posible. Tuvo algunas oposiciones, pues significaría caer en los excesos de la bestia irracional, pero a veces no queda otra salida y se debe actuar con frialdad. Con manos temblorosas, en una noche, previamente acordada, a la luz de la Luna y ante la mirada atónita de las estrellas, ¡matamos al cocodrilo! A nadie se le cayó una lágrima.

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¡Que bello espectáculo el que despliegan los seres humanos a la hora de la seducción! Es digno de ver cómo, tanto hombres como mujeres, dedican largas horas del día en idear una extensa y puntillosa gama de artimañas, que ponen luego, y en todo momento, al servicio del amor. Pasan su vida buscando incansablemente, casi desesperados, a esa otra persona que complemente su ser y dé sentido de unidad absoluta al individuo. Sienten en lo más profundo de sí que algo vital les falta, que no están completos si no tienen a su lado alguien a quién amar. Ese sentimiento no es, de ninguna manera, infundado; mucho menos casual.

Hace millones de años, hombres y mujeres, carecían de diferenciación sexual. Eran uno. Asexuados. Fueron estos los seres más perfectos que caminaron sobre la faz de la tierra. Poseían la fuerza y el temple del sexo masculino; la sensibilidad y el coraje del femenino. La astucia y decisión que caracteriza a ambos.

Los incesantes elogios de los dioses crearon en estos seres una idea acerca de si mismos de características plenamente narcisistas, de una soberbia voraz y de una arrogancia y altivez insoportable. Se sabían seres inmejorables, acabados con las técnicas más exquisitas del arte. Así, se creyeron en condiciones de disputarle a sus creadores el paraíso terrenal y hasta el reino divino. Pero subestimaron la fuerza y la paciencia de las poderosas deidades. Fue así que los supremos, ofendidos y ofuscados por semejante oprobio, se reunieron en lo más alto del monte Zión a debatir cuál sería el castigo para esa especie tan desagradecida.

Acordaron seccionar a cada espécimen en dos unidades. A cada una de las partes le colocaron un órgano sexual distinto, pero complementario. Y, para que la desdicha fuera mayor, mezclaron por el mundo entero a las partes resultantes. No conformes aun, dividieron al planeta en continentes y éstos, a su vez, en países. Todo para complicar el rencuentro de las porciones.

Desde entonces los dioses se divierten con los humanos; juegan con ellos, los confunden, les generan falsas esperanzas, les hacen creer haber encontrado a su amor, al verdadero amor. Pero los pobres se dan cuenta pronto que tal cosa no fue más que una ingrata ilusión. Otros, muchos, desisten, al poco tiempo, de la búsqueda. Algunos rastrean en nichos impensados, producto de la desesperación; Edipo fue el caso mas conocido; claro ejemplo del grado de exasperación al que se somete el ser humano. Solo unos pocos afortunados logran dar con su par. La gran mayoría deambula entre amoríos de estación.

Pero la incontrastable benevolencia de las deidades pudo más y cedieron a los hombres la oportunidad de continuar su búsqueda luego de su desaparición física de la tierra. Les regalaron una vida post-mortem, destinada pura y exclusivamente a vagar por los salones del purgatorio, para ver si allí, con menos restricciones e impedimentos, logran ubicar su mitad original. Muchos lo logran. El resto se va al cielo.

lunes, 26 de mayo de 2008

Buenos Aires Una Empresa Nacional

“…B.A.U.E.N. es de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode…B.A.U.E.N. es de los trabajadores y al que no le gusta se jode, se jode…”. Son las diez de la noche del 20 de agosto de 2007, una multitud conformada por movimientos sociales de distinta índole: agrupaciones de derechos humanos, estudiantes, artistas, vecinos y trabajadores de los más diversos rubros, corean en do menor la canción creada por Arminda Palacios, socia fundadora de la cooperativa Buenos Aires Una Empresa Nacional, unos años antes. Mientras, en el escenario colocado en Avenida Callao, entre Avenida Corrientes y calle Sarmiento, el orador del festival “contra la orden de desalojo y a favor de la sanción de Ley de Expropiación para empresas recuperadas y autogestionadas por sus trabajadores”, anuncia la llegada de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que ahora saludan desde el segundo piso del Hotel B.A.U.E.N. a la gente en la calle que responde al unísono “…Madres de la Plaza, el pueblo las abraza…”. En unos minutos más subirá al escenario León Gieco, quien cerrará el festival que, desde las tres de la tarde, ha recibido, entre choripanes, hamburguesas y gaseosas, a grupos de teatro independiente, más de veinte bandas de rock, entre ellos Árbol, Ataque 77, Las Manos de Filipi, El Yotivenco (banda liderada por el actor Rodrigo De la Serna) y oradores de la talla de Osvaldo Bayer. Diez treinta de la noche aparece León en el escenario, esta vez acompañado por su nueva banda: un grupo de diez músicos con capacidades diferentes que nada tienen para envidiar de los que anteriormente desfilaron sobre esas mismas tablas. “[…] Pueblos trabajadores, infancias pobres, cinco siglos igual…”, canta a capella Gieco, generando abrazos y llantos, calor y esperanza entre el grupo de idealistas que creen en un futuro libre de explotación e injusticias. Cierra el acto entonando el tema “Sobreviviendo”, mientras Hebe de Bonafini habla con María Del Valle, socia fundadora, y promete plantarse en la Casa Rosada y alzar su voz a favor de los trabajadores del hotel recuperado.

Quien la recibió días después en su despacho fue Aníbal Fernandez, Ministro del Interior durante la presidencia de Néstor Kirchner. En esa oportunidad, Hebe le dio el ultimátum: “[…] hagan algo por los trabajadores del B.A.U.E.N., que los dejen tranquilos, de lo contrario nos vamos a encadenar Madres, Abuelas y los trabajadores del hotel en la Plaza…”. Parece ser que esas palabras recorrieron todas las salas y despachos de la Nación, porque desde ese día la cooperativa no ha recibido más órdenes de desalojo, y hoy se sigue debatiendo sobre la Ley de Expropiación que beneficiaría a los socios del hotel, que continúan resistiendo por “trabajo y dignidad”.

Detrás de esta lucha obrera modelo Siglo XXI, se esconde una lucha de poderes e intereses que viene de larga data. Cuenta la historia que un empresario “emprendedor”, fiel al modelo argento, con objetivos tan claros que no le importaron los medios para alcanzar su ansiada gloria, de nombre Marcelo, apellidado Iurkovich, a través de sus contactos con personajes nefastos de la dictadura militar de 1976, como el Contralmirante Carlos Alberto Lacaste, por entonces Vicepresidente del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), y Osvaldo Cacciatore, quien desempeñaba el cargo de Intendente Municipal, logra acceder a un crédito del Banade (Banco Nacional de Desarrollo), para la construcción de un hotel cinco estrellas al que bautizó Bauen (del alemán, “construir”). Crédito que jamás pagó, e incluso, cuando el Banade es absorbido por el Banco Nación, quien reclamó en el 2003 por el incumplimiento al pago de la deuda, el empresario no solo declaró que había cancelado en cuatro millones de pesos el préstamo de la entidad financiera, sino que por “incumplimientos varios” el banco le debía dinero a él. Un allegado a Marcelo Iurkovich, quien negoció con él en varias oportunidades, y frecuentaba las opulentas fiestas que daba en los salones del flamante hotel, cuenta que se ufanaba ante la alta sociedad de haber construido el hotel más lujosos de la Argentina sin haber puesto un solo centavo de su bolsillo.

Los años pasaron y el hotel recibía a diario turistas de los más variados confines del planeta dispuestos a disfrutar de las majestuosas instalaciones, mientras las arcas del todopoderoso Iurkovich aumentaban a paso firme, llevándolo a constituir una red de empresas líder en turismo y hotelería como el Hotel Bauen Suites, hotel anexo al Bauen, que tiene su entrada por Avenida Corrientes y que, en la época de mayor esplendor, supo tener como huésped de honor a Eduardo Menem. A ella se le suman otras, como Rentatur, Corman, Corporación Virtual de Turismo, Sistemas Vacacionales, Buzios Megaresort, Hospedajes y Alojamientos Temporarios, Soloaparts, Investment Bauen do Brasil, Colomba Viajes, y la tristemente célebre Poliequipos, que en el 2005 habría sido la responsable del fallecimiento de dos personas, internadas en la sala de terapia intensiva del Hospital Santojanni, a causa de las maniobras realizadas, por operarios de la empresa, en el tablero que alimenta de electricidad a los compresores de aire comprimido; según se supo después, la empresa utilizaba el suministro eléctrico del Hospital para brindárselo, al mismo tiempo, a la empresa Siemens.

Llegaron los noventa y el Hotel Bauen seguía sin la habilitación que le permitiera operar como hotel para pasajeros, a su vez que los impuestos impagos arrojaban cifras indescriptibles. En el año 1997, por sugestión de sus asesores, Marcelo Iurkovich vende el hotel al grupo económico Solari S.A. de origen chileno, quien se hizo acreedor del inmueble tras cancelar la primera cuota del contrato por cuatro millones de dólares. Restaban por pagar, aproximadamente, doce millones más, pero así como Iurkovich hizo con su deuda, Solari S.A. tampoco terminó de pagar la suya. La época menemista, con su “grandioso” plan económico llevado a cabo por el Ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, acorralaba a las empresas nacionales obligando a cerrar sus puertas. El Bauen no fue la excepción. En marzo del 2001, el grupo Solari S.A. llama a convocatoria de acreedores y se declara la quiebra. Ni tonto ni perezoso, Marcelo Iurkovich, tras la quiebra, habría ofrecido devolver los cuatro millones recibidos del pago de la primera cuota a cambio de que la justicia le devolviera el inmueble. El juez de turno accedió, pero los cuatro millones no aparecieron, por lo tanto, el hotel ya no tenía dueño.

De los cuatrocientos empleados que supo tener, en su mejor época el hotel, quedaban apenas cuarenta, que no recibían su sueldo y estaban a la espera de lo peor. Finalmente, ese día llegó: era 28 de diciembre de 2001. Mientras a pocas cuadras una multitud copaba las calles, el tercer presidente que tuvo Argentina en una misma semana, Adolfo Rodríguez Saa, renunciaba a su cargo. Ese mismo día el último empleado del hotel se retiraba por la puerta trasera del establecimiento. Era el fin de una empresa que, a pesar de las fraudulentas maniobras empresariales, daba comida a cientos de familias. El año nuevo fue recibido en el país, por las mayorías que no habían sido beneficiadas con la convertibilidad, con un austero choque de copas llenas de la más barata sidra. Para los ex empleados Bauen, la cosa era mucho más dura. En pocas casas hubo celebraciones. El año nuevo no era acompañado por motivos de festejos. Sólo llantos y llamados de solidaridad y aliento.

El 2002 encontró al nuevo grupo de desocupados exigiendo la liquidación de los sueldos atrasados y el pago de indemnizaciones que jamás llegarían. Lo que sí llegaría era la desesperación y el hambre, más llantos y decepciones. Algunos, los más jóvenes, pudieron ubicarse de a poco, en diferentes puestos laborales. Para los mayores de cuarenta, la cosa era un tanto más difícil. Sin embargo se seguían juntando en asambleas para reclamar su paga inconclusa. Fue dentro del marco de estas asambleas que un compañero dijo tener un contacto con un movimiento formado poco tiempo atrás. Era el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), formado por trabajadores en la misma situación de desamparo que, lejos de quedarse con los brazos cruzados, volvían a sus fuentes de trabajo con una consigna: recuperar su fuente de ingresos y, por sobre todo, su dignidad. El medio era la “toma”; el modo, la “autogestión”; la consigna, “basta de patrones”, “trabajo y dignidad”. Comenzaron así a interiorizarse en qué era esto de tomar una empresa, cómo eran los pasos a seguir una vez lograda la primera parte y qué cosas podían esperar de allí en más.

Lo primero que hicieron fue buscar un abogado. Los hermanos Florencia y Diego Kravetz accedieron gustosos a tomar su caso y a brindar la ayuda legal necesaria para tan valerosa decisión. El 21 de Marzo de 2003 fue el Día de la Dignidad. El pequeño grupo de quince ex empleados, los abogados y algunos militantes políticos rompieron las cadenas que mantenían bloqueada la entrada y volvieron, después de un año y meses, a estar en el lugar del cual nunca se tendrían que haber ido. Sin embargo, el hotel que ellos recordaban, poco se parecía al que encontraron. Con lágrimas en los ojos Arminda Palacios, la mayor del grupo, de voz delicada y ojos que denotan coraje, recuerda ese momento: “[…] entramos al hotel con mucho temor, muchísimo miedo, porque no sabíamos que represalias podían venir detrás de la toma…estaba todo sucio, sin luz, sin agua, sin gas…pero lo peor fue cuando empezamos a recorrer el hotel y nos dimos cuenta de que no había nada y lo que quedaba eran cosas rotas y prácticamente inútiles. En ese momento nos abrazamos y lloramos, no podíamos creer lo que veíamos…”. Lo que no sabían ellos, era que mientras pasaron un año organizando la recuperación del hotel, el grupo Solari se había dedicado a saquear lo que quedaba en el hotel: computadoras, televisores, cámaras de video, muebles, heladeras, ropa de cama, vajillas, inodoros, en fin, todo. Todo. Al día siguiente de la toma, fueron a hablar con el juez, siguiendo la estrategia de los abogados, con la intención de comunicar que quienes habían ingresado a las instalaciones no eran intrusos, como se sospechaba en un principio, que se les adeudaba dinero de los sueldos y, lo principal, proteger las instalaciones de futuros vaciamientos. Claro, todavía quedaban cañerías, picaportes de bronce, marcos metálicos y demás elementos bien tasados por los compradores de metales. Llegaron al despacho del juez con sus recibos de sueldo para justificar su relación como empleados del hotel quebrado y pidiendo la custodia del mismo. El juez accedió a la petición a cambio de “garantías”. Quienes deseaban quedarse dentro del hotel y tuviesen algún bien, tendrían que llevar sus papeles al juzgado al día siguiente. La primera en tomar la determinación fue Arminda, quién sin saber demasiado a lo que se exponía, cedió la escritura de su casa en garantía. Sus compañeros tomaron el ejemplo y se presentaron el día pactado frente al juez con sus “garantías”. Estaba claro, se jugaban el todo por el todo, no había marcha atrás. Todo lo que tenían, que se pude traducir en lo poco que les quedaba, descansaba ahora en los cajones de un juzgado. El hotel quedaba bajo su custodia permanente, no podía pasarle absolutamente nada, de lo contrario, quienes debían pagar eran ellos.

Los medios tomaron nota de lo sucedido y a los pocos días la noticia de la toma circulaba por todos los canales y las radios. De a poco, algunos ex compañeros, vecinos, estudiantes, agrupaciones sociales, políticos, etc. fueron a dar su ayuda y su aliento. Pero con eso no bastaba. Las noches eran extremadamente frías, la comida escaseaba, las enfermedades se multiplicaban y la desesperación iba en aumento con cada segundo que pasaba. Las pocas monedas que entraban para comprar yerba, garrafas de gas y harina para tortafritas, las conseguían pidiendo en la calle, buscando esas almas solidarias que dieran un respiro a los maltratados estómagos de esos valientes.

El grupo de quince personas había aumentado a cuarenta en los primeros meses. Ya estaban en condiciones de firmar los papeles para conformar la flamante cooperativa: Buenos Aires Una Empresa Nacional. Pero las puertas del hotel seguían cerradas al público. La situación era insostenible: el hambre golpeaba duro, el frío calaba los huesos y las enfermedades no cesaban. Uno de los políticos que los acompañaban hizo los trámites necesarios para acceder a las cajas PAN (Plan Alimento Nacional) y desde ese momento la cosa se hizo un tanto más llevadera. En asamblea se decidió pedir al juez la explotación de uno de los salones, quien accedió, bajo la orden expresa de no habilitar las habitaciones. Y así lo hicieron. El problema surgió cuando se dieron cuenta de que para alquilar el salón primero debían ponerlo en condiciones, el tema era con qué, si no tenían absolutamente nada. Otra vez en asamblea decidieron canjear el salón a cambio de artículos de limpieza. A los pocos días el salón brillaba como en las mejores épocas y la primera fiesta se celebró a cuenta de lo que no pudieron festejar ese primero de año del 2002. El hotel comenzó a tener mayor concurrencia y empezaron a aparecer los primeros pesitos. Lo que se juntaba era destinado a poner en condiciones lo que hiciese falta y a comprar los artículos necesarios para no depender más de los canjes. Las tapias que cubrían el frente fueron quitadas y la gente pudo ver, nuevamente, un lobby encerado y los vidrios flamantes como antaño.

Un buen día, alguien les comenta que la embajada de Venezuela brindaba ayuda a las cooperativas de trabajo. En ese país las cooperativas son algo normal, subsidiadas por el gobierno y que emplean a gran parte de la población venezolana. La respuesta no podía ser más auspiciante. El embajador prometía mandar a su gente al hotel, siempre y cuando, pusieran en mejores condiciones algunas de las instalaciones, principalmente las habitaciones y les entregó para ello, un cheque por dos mil pesos. Las palabras del juez se repitieron en la cabeza de todos los socios de la cooperativa, pero no hizo falta más que un segundo para decidir que las habitaciones se iban a poner en funcionamiento. Trabajaron incansablemente día y noche para acondicionar el lugar. Finalmente todo estaba listo para que el embajador diera su veredicto. El pulgar apuntó al cielo y a las pocas semanas un contingente de estudiantes venezolanos eran los primeros en volver a ocupar las habitaciones. Era el sueño cumplido. Todo ese esfuerzo no había sido en vano. Otra vez el pan que llegaba a las mesas de todas esas familias era fruto del sacrificio, del coraje, del aguante, de horas de llantos y peleas, de abrazos y desconsuelos.

Hoy el hotel B.A.U.E.N. es ejemplo de lucha, de dignidad, de unión, de solidaridad. De los cuarenta que formaron, en un primer momento, la cooperativa, pasaron a ser 150, y todo indica que cuando terminen las obras de reparación del edificio y habiliten el 30% que resta, serán muchos más. Pero la batalla no ha terminado, claro que no.

Los codiciosos han vuelto a dar batalla por ese inmueble que hoy está tazado en treinta millones de pesos. En el 2005 la familia Iurkovich, ya no Marcelo, fallecido de un ataque cardíaco en el 2003, vaya uno a saber qué lo provocó, realiza una venta simulada del hotel a una empresa fantasma llamada Mercoteles, siendo el director de la misma Samuel Kaliman, cuñado de Marcelo Iurkovich. El reclamo de Mercoteles se basa en haber comprado la empresa de buena fe, desconociendo la situación del hotel y mucho menos de las deudas contraídas con el Estado. Los socios de la cooperativa reclaman que se les permita la cancelación de la deuda a largo plazo. Pero los intereses en juego y los contactos políticos todo lo pueden. Tal es así, que la jueza en lo comercial Paula Hualde, el 20 de julio del 2007 dictaminó que el edificio debía ser restituido a la empresa Mercoteles, y daba treinta días para el desalojo.

Lejos, muy lejos, de acatar la medida, los socios de la cooperativa contraatacan con un festival a todo trapo para el 20 de agosto, día que se cumple el plazo para desalojar, que promete la presencia de grupos de teatro independientes, bandas musicales autogestionadas, artistas de toda clase, a Osvaldo Bayer y a Hebe de Bonafini como oradores. Hasta dicen que quien cierra el acto va a ser nada más ni nada menos que León Gieco. La espera se hace interminable; los días pasan por cuenta gotas; todo el hotel está en vilo; los elencos de las obras que hoy colman las carteleras del auditorio estamos todos dentro del establecimiento esperando lo indecible de un momento a otro. A lo lejos la escucho a Maria Del Valle, quizá, junto con Arminda, la mujer más combativa de la cooperativa, hablando con las nuevas socias: “[…] cuando nos venían a cortar la luz, el gas, salíamos las mujeres con las escobas, espalda con espalda a echarlos…cuando se quemó la habitación del tercer piso la policía aprovechó el desconcierto para querer clausurar el hotel, también los echamos…hoy, queridas compañeras, esperamos que vuelvan al ataque, y hoy queridas compañeras vuelvo a decir que muerta me sacan de acá, hoy vamos a volver a luchar, porque esto es nuestro, esto es de los argentinos, esto es de los trabajadores…B.A.U.E.N. ES DE LOS TRABAJADORES Y AL QUE NO LE GUSTA SE JODE, SE JODE…B.A.U.E.N ES DE LOS TRABAJADORES Y AL QUE NO LE GUSTA SE JODE, SE JODE…”.

(Mayo 2008)